lunes, 18 de julio de 2011

El exceso del PODER y la escasez de los LIMITES


No se han preguntado alguna vez ¿qué demonios pasa en nuestro mundo? ¿Por qué tanta violencia? ¿Por qué tantas peleas? ¿Por qué tanto abuso? ¿Por qué tanta contaminación? ¿Por qué manejan como desquiciados por las calles? ¿Por qué tantos asesinatos? ¿Por qué el narcotráfico? ¿Por qué, por qué, por qué? Todos nos las hemos hecho alguna vez en nuestra vida... y ¿a qué respuesta llegamos? Si alguien las ha encontrado, por favor compártanlas. Sería interesante escuchar sus ideas.

Mi análisis llega a la conclusión de algo muy sencillo y muy complejo a la vez, la ambivalencia que prevalece en todas las cosas, el todo y el nada... esa solución tan simple y complicada es lo que conocemos como "PODER".
Todo tiene que ver con las luchas por el poder, quién es más fuerte, quién es más rápido, quién es más inteligente, quién es más capaz, quién es más chingón, quién es más valiente... ¿quién es?

De alguna manera todos somos buenos en algo, somos mejores que otros en algunas actividades y desde luego también somos peores. Pero, ¿quién tiene la capacidad de definir lo que es mejor y lo que es peor?
Sabemos que tenemos leyes y normas, las cuales no son más que códigos de conducta donde se define lo que no se puede, ni se debe hacer y si se trasgrede esa prohibición, habrá una consecuencia. Y no solo me refiero a una constitución política o a algún código penal, me refiero a que desde que nacemos se nos enseñan los límites, hasta dónde podemos llegar, sobre todo sí pasamos esa delgada línea invisible, desde luego habrá una secuela. Recuerdan a sus madres, padres o tutores diciéndoles: si no comes verduras no hay postre; si no terminas la tarea, no sales a jugar o no jugarás videojuegos; si no te portas educadamente, te daré una nalgada… esto no es más que límites y reglas.

Se supone que uno debe saber que a los abuelos no se les contesta feo, no se les pega a los padres, uno debe defender al hermano o hermana, no se debe decir groserías en la escuela. Eso es lo que se nos enseña, y se espera que sea respetado.

¿Pero qué es lo que está pasando actualmente?

Existió la inquisición, que a pesar de ser una aberración llena de torturas para las personas que no encajaban socialmente, a final de cuentas fue un proceso institucionalizado, es decir, había reglas, había límites y había castigos muy claros. Ahora, pasamos por un periodo de violencia extrema, torturas tan similares a las de esa época, ¿pero en qué se marca la diferencia?... En el abuso de poder y en la falta de límites.

Hace un tiempo leí en un periódico amarillista, que se dedica a la publicación de fotografías y contenido visualmente violento, una historia acerca de unos vecinos, los cuales tenían hijos pequeños. Los niños, de aproximadamente cinco años, se disputaban un triciclo; el infante que era el dueño lo defendía para que no se lo quitarán y el otro se lo arrebataba para poder jugar con él. Una tarde, a plena luz del día y a vista pública de los habitantes de ese lugar, el niño que quería quitarle el triciclo al otro, se lo robó y lo llevó a esconder a su casa. La madre del niño ofendido fue a reclamar el triciclo a la casa de quien lo había hurtado. Después de varios gritos por la disputa, el padre del ladrón sacó un arma de su casa y le disparo a la mujer en la cara, lo cual evidentemente terminó en una tragedia.

Cuando leí eso, me pregunte, ¿cómo es posible que la gente llegué al grado de dispararle a otra y quitarle la vida por algo tan estúpido como un triciclo? No lograba comprender este hecho, hasta que me di cuenta que no se trataba de matar a alguien por algo tan “estúpido”, este crimen no era por un simple juguete, iba más allá de lo obvio, era una lucha por el poder. La mujer hizo uso de la capacidad de reclamar lo que era suyo, el poder de exigir que le fuera devuelto algo que ella había comprado, dejo en claro el poder adquisitivo, el señor hizo uso de un instrumento que le daba aún más poder en ese momento: un arma.

El poder es una analogía de fuerzas y resistencias, un escenario estratégico dentro de una sociedad en un momento específico. Consiguientemente, el poder, al ser consecuencia de relaciones de poder, está en todas partes. Nosotros como humanos, constantemente estamos transpuestos por relaciones de poder, no somos algo independiente a esas relaciones. El poder no sólo reprime, no solo coerce, sino que también produce.

Por lo anterior, es indispensable que se nos marquen límites, que existan reglas, normas, leyes, educación. Sabemos que la primer educación que se nos da, y por lo tanto la más importante, es la que se enseña en casa. Las instituciones escolares solo refuerzan cierto tipo de adiestramiento.

Ojo, aquellos revolucionarios, rebeldes de la sociedad, no se sientan aludidos… no se ofendan por los términos de límites y adiestramiento, somos animales, como tales necesitamos ser amaestrados. La diferencia que tenemos es que somos “racionales” (hay veces en que no lo creo) y con ellos debemos adoptar las mejores formas para compartir socialmente, ser tolerantes, respetuosos y abiertos.

martes, 28 de julio de 2009

ANSIEDAD GENERALIZADA




La característica esencial del trastorno de ansiedad generalizada es la ansiedad y la preocupación excesivas (expectación aprensiva)
El individuo tiene dificultades para controlar este estado de constante preocupación
La ansiedad y la preocupación se acompañan de al menos otros tres síntomas de los siguientes: inquietud, fatiga precoz, dificultades para concentrarse, irritabilidad, tensión muscular y trastornos del sueño

Aunque los individuos con trastorno de ansiedad generalizada no siempre reconocen que sus preocupaciones resultan excesivas, manifiestan una evidente dificultad para controlarlas y les provocan malestar subjetivo o deterioro social, laboral o de otras áreas importantes de actividad

La intensidad, duración o frecuencia de aparición de la ansiedad y de las preocupaciones son claramente desproporcionadas con las posibles consecuencias que puedan derivarse de la situación o el acontecimiento temidos. A estos individuos les resulta difícil olvidar estas preocupaciones para poder dedicar la atención necesaria a las tareas que están realizando, y todavía les cuesta más eliminar aquéllas completamente. Los adultos con trastorno de ansiedad generalizada acostumbran a preocuparse por las circunstancias normales de la vida diaria, como son las posibles responsabilidades laborales, temas económicos, la salud de su familia, los pequeños fracasos de sus hijos y los problemas de carácter menor


Síntomas y trastornos asociados
A la tensión muscular que presentan estos individuos pueden añadirse temblores, sacudidas, inquietud en el cuerpo, y dolores o entumecimientos musculares. Muchos individuos con este trastorno también pueden presentar síntomas somáticos (p. ej., manos frías y pegajosas, boca seca, sudoración, náuseas o diarreas, problemas para tragar o quejas de tener algo en la garganta») y respuestas de sobresalto exageradas. Los síntomas depresivos también son frecuentes.


Es importante saber que este trastorno es muy común en mujeres de mediana edad. Es muy molesto padecerlo, incomodo y doloroso, por lo tanto no se tiene que vivir con ello, hay tratamientos psicológicos que controlan y ayudan a tener una mejor calidad de vida


Psic. Paola Mendoza Pastor
044 55 21974248
44373924

sábado, 21 de febrero de 2009

Miedo y Ansiedad... ¿por qué a mi?


Las personas tenemos instintivamente la capacidad para sentir miedo, pues desde nuestros ancestros hasta la actualidad, esta emoción nos ha ayudado a discernir los momentos y las situaciones donde consideramos que corremos un peligro inminente. Nuestro cuerpo se prepara para dos acciones básicas de afrontamiento a la amenaza que tenemos cerca, es decir, el ataque o la huida. Considero, que con el paso del tiempo; la sobrepoblación mundial; el exceso de estímulos visuales, auditivos, entre otros; el estrés; las presiones; etc., nuestra capacidad de identificar el miedo se fue confundiendo con los sucesos diarios, dando aparición a la ansiedad.
Debido a la similitud de las sensaciones entre estas dos, se confundieron los términos y comenzaron a entremezclarse. Es así, que existe tanta gente que sufre de fobias a distintos estímulos, y los considera en muchas ocasiones, como algo irracional, pues realmente no existe un peligro real y tangible.

Se puede apostar con seguridad, a que la mayoría de los seres humanos, han sufrido de algún episodio de miedo o de ansiedad a lo largo su vida. Sin embargo, muchos se inquietan aún más por toda la sintomatología tanto cognitiva, fisiológica y conductual que éstas conllevan.
Yo, como muchas otras personas, me he preguntado ¿por qué a mí?, ¿Por qué no le tengo miedo a otras situaciones o a otras cuestiones?, ó ¿por qué los demás pueden convivir tranquilamente con los objetos o escenarios que a mi me aterran? Muchos nos hemos hecho estas preguntas en distintos contextos. Pero no todos buscamos una solución y no le ponemos remedio, pues es muy difícil afrontar nuestros miedos, porque estamos acostumbrados a evitar, ignorar o alejar para sentir un alivio inmediato.

Debemos conocer y reconocer, lo más que se pueda, toda aquella información que rodea a las situaciones que queremos examinar y afrontar. Sabiendo qué es lo que sucede alrededor de la circunstancias, sólo así podremos manejarnos mejor ante ellas.

La ansiedad y el miedo son dos respuestas normales a una amenaza percibida, todos los seres humanos las hemos sufrido no sólo en una sino en varias ocasiones. Es importante conocer la diferencia de éstas, pues atañe a la relevancia de aterrizar información para la psicoeducación. La primera es activada por una amenaza vaga o poco clara, es una reacción de tensión sin origen o fundamento claro y aparente, es más vaga, imprecisa y menos focalizada, mientras que la segunda, al contrario, es activada por una amenaza bien definida (Peurifoy, R 1993). El miedo es una respuesta emocional que todos tenemos, que se activa ante circunstancias que representan peligro para nuestro organismo. Aunque las reacciones de miedo sirvan para protegernos cuando afrontamos una situación potencialmente peligrosa, ellas pueden ser desadaptativas en otras situaciones (Ledoux, 2000). El miedo es una experiencia muy común para los seres humanos y se trata, además, de una experiencia que tiene un importante valor adaptativo para la supervivencia de la especie. Normalmente cuando hablamos de miedo adaptativo nos referimos a un conjunto de sensaciones que se ponen en marcha como respuesta normal ante peligros reales (Marks, 1987). Sin embargo, cuando estas sensaciones se experimentan en situaciones que no suponen una amenaza real, nos encontramos ante un miedo que ya no es adaptativo.

Ambos dirigen a síntomas desagradables tanto mentales (confusión, desprotección, inquietud, pensamientos negativos, etc.) como físicos (tensión muscular, taquicardias, sudoraciones, etc.)

Existen diversos síntomas de ansiedad, algunos son más comunes que otros, sin embargo, esta tesis es un caso único, y expondré aquellos que son más frecuentes en mí, al estar cerca de mi estímulo fóbico.

Respuestas fisiológicas:
Disnea
Taquicardia
Temblores
Parestesia (entumecimiento o sensación de hormigueo)
Calor o escalofríos
Dolor o molestia en el pecho
Sudoración
Sofocos
Nauseas o molestias en el estomago
Sensación de irrealidad
Hipertonía
Mareo y sensación de inestabilidad


Respuestas motoras:
Hiperventilación
Movimientos oculares y de cabeza rápidos
Tensión corporal
Morderse los labios, temblor en ellos
Morderse las uñas
Movimientos rápidos de dedos
Llanto esporádico
Tartamudeo
Bostezo

Respuestas cognitivas:
Miedo subjetivo
Ansiedad anticipatoria
Confusión
Hipervigilancia
Exageración de la respuesta de alarma
Irritabilidad

En conclusión todos los seres humanos hemos pasado y pasaremos por episodios de ansiedad y miedo, pues son propias del ser humano. Y quien diga que tiene todo bajo control y no le teme a nada, seguro es quien más miedo tiene hacia la vida.

lunes, 15 de diciembre de 2008

¿Cuándo acudir a un psicólogo?



Hay muchos mitos y temores acerca de asistir por primera vez a una terapia psicológica. Hay individuos que tienen miedo a ser considerados como “locos”, “desadaptados”, “que no tienen el control de sus propias vidas”. Este tipo de etiquetas, en ocasiones, no permiten que los sujetos tomen una decisión acerca de buscar y recibir ayuda externa.

El acudir a una psicoterapia, no significa que estas etiquetas sean verídicas. Ciertamente, decidir llevarla a cabo conlleva a ciertos choques emocionales, mentales y de conducta, sin embargo dentro de la terapia se pueden tratar desde los temas más comunes y corrientes hasta los casos más complicados.

Hay que dejar en claro que un psicólogo es un especialista en la materia, no sólo de la salud mental, sino social, familiar, individual, de pareja, laboral y de otros muchos campos básicos de la vida del ser humano.
También es cierto que hay muchos pseudos psicólogos quienes dicen saber cómo tratar a los pacientes y sus distintas demandas, cuando realmente no tienen ni los conocimientos ni la experiencia necesaria para tratar las problemáticas que se les presentan a sus pacientes. Por ello, muchas personas consideran al gremio de los psicólogos como charlatanes. Sin embargo, hay que recordar que todos somos diferentes, que tanto hay médicos malos como hay médicos buenos. Hay dentistas terribles y hay otros excelentes. Hay grandiosos profesores y también hay algunos terribles. No podemos encasillar a un grupo por el error de algunos cuantos.
Para evitar este tipo de ideas, al igual que con otro profesionista, siempre es primordial revisar con anticipación sus credenciales y diplomas, su experiencia, conocimientos, sus logros y estudios. Y si es posible, pedir referencias de su trabajo.

También, es trascendente saber los tipos de terapias que hay dentro de la consulta psicológica. Saber qué es lo que queremos y necesitamos, y de esta manera escoger cuál será la mejor terapia para uno mismo. Dentro de las más conocidas se encuentran: el psicoanálisis, la terapia cognitiva conductual, la Gestalt, la Sistémica, entre otras muchas. Cada una trabaja los conflictos, los afrontamientos y las resoluciones de manera distinta, por esto, es la relevancia de saber elegir y decidir qué terapia es mejor para cada uno.

La cuestión ahora es ¿cuándo acudir a un psicólogo? Puede haber muchas respuestas para esta pregunta. Cada cabeza es un mundo, y cada quien puede decidir cuándo es el momento correcto. Igualmente, es oportuno asistir a terapia cuando alguna situación específica no nos permite continuar con la vida cotidiana, es decir, cuando sentimos obstáculos para realizar ciertas cuestiones o situaciones por algún motivo, el cual no sabemos o no podemos controlar. A pesar de que la especie humana, por siglos, hemos estado acostumbrados al cambio y a la evolución, muchas veces nos encontramos ante problemas de adaptación, los cuales todos los seres humanos tenemos, unos a mayor y otros a menor medida.
Los psicólogos, según su área de especialidad, deben enseñar a los pacientes a resolver estos problemas, es substancial estar conciente de que un psicólogo jamás debe solucionar los problemas de sus pacientes, el profesional especializado en lo psicológico debe surtir de herramientas de resolución, para que sea el paciente mismo quien encuentre las respuestas a sus propias demandas. Un psicólogo jamás debe tomar una decisión que le corresponde a su paciente. Lo elemental es que sea este último quien tome sus propias decisiones a partir de ejercicios, herramientas y la adquisición de nuevas habilidades. Es como la metáfora del pescador: Si a un pescador le das un pescado, nunca aprenderá a pescar, y siempre estará esperando a que se le den las cosas en la mano, porque no tendrá la habilidad de hacer su propio trabajo, en cambio si se le enseña a pescar, podrá utilizar esta nueva habilidad para sobrevivir.

A final de cuentas, la decisión sobre cuándo ir al psicólogo, dependerá 100% de la persona que lo solicite, no debe ser presionada por personas externas, debe ser el individuo quien conciente de sus alcances y limitaciones este convencido de que asistir a terapia es lo mejor para él. El asistir a consulta con un profesional de la salud mental, no quiere decir, bajo ninguna circunstancia, que la persona “este mal, loca, errada y sin control”. Quien desea asistir es un sujeto en búsqueda del mejoramiento personal, para que a su vez exista una mejora en su esfera vital.

jueves, 11 de diciembre de 2008